Psicología para todos


¿Qué es el Trastorno de Ansiedad?

Conoce las claves de este trastorno.


La ansiedad es una emoción que ayuda al organismo a prepararse para hacer alguna actividad importante en donde se produce una reacción psicofisiológica de activación intensa en el sistema nervioso central y de todo el organismo. Al menos una de cada cinco personas tendrá un trastorno de ansiedad a lo largo de su vida.

Esta aparece cuando se ha de actuar en una situación que demanda un esfuerzo intenso o sostenido y sirve para activarnos y hacer frente a una amenaza o peligro que está ocurriendo en el presente o que puede pasar en el futuro. Es decir, se generan cambios en diferentes sistemas del cuerpo que nos preparan para actuar y responder de manera rápida ante las circunstancias.

¿Cómo funciona la ansiedad?

Cuando se habla de cómo funciona un trastorno de ansiedad es útil hacerlo a través de un círculo vicioso, en donde su funcionamiento tiende a mantenerse y hacerse cada vez más fuerte por si mismo.

A grandes rasgos, cuando una persona tiene síntomas de ansiedad nota algunas sensaciones físicas incomodas y desagradables como palpitaciones o mareos. Esto ocurre porque las situaciones de peligro ya sea real o imaginario, producen reacciones a nivel cerebral y hormonal que activan el cuerpo como si fueran una alarma antiincendios: cuando se detecta una posible amenaza, toda la atención de la persona se dirige hacia esta situación para huir de un “peligro inminente” y sobrevivir. Por ejemplo, cuando se afronta una entrevista de trabajo o un examen de admisión, la ansiedad puede resultar útil porque nos pone en estado de “alerta”. Se pueden notar algunas sensaciones físicas como que el corazón va más rápido o sentimos que la boca se seca. Estos síntomas van disminuyendo a lo largo de la entrevista o del examen, pero incluso antes de la entrevista o del examen se pueden notar algunos pensamientos como que el entrevistador parece ser alguien muy serio o duro, o que las preguntas son muy difíciles. Estas reacciones son totalmente normales y saludables en la mayoría de los casos, sin embargo se diagnostica un Trastorno de Ansiedad cuando una persona tiene una respuesta extrema (por ejemplo, mucho miedo) ante una situación, por lo que no puede controlar sus reacciones de tal forma que estas sensaciones alteran la forma de vida de una persona, por ejemplo, no poder salir a la calle, sentirse intranquilo, evitar hablar con otras personas o comer en lugares públicos, etc. Así, la persona respira más fuerte (para disponer de más oxígeno), el corazón late más rápido para hacer llegar más sangre a los músculos y al cerebro y tener más glucosa y oxígeno, los músculos se tensan para estar más preparados para huir o defenderse, los poros de la piel se cierran (para protegerla de posibles lesiones), etc. Paralelamente, se envía información de la alarma a otras glándulas del cuerpo para que liberen hormonas (glucocorticoides) que tienen un efecto antiinflamatorio en los tejidos y órganos, para evitar algún posible daño físico.

Una vez pasa el peligro o si la persona tiene éxito a la hora de afrontar una desestabilización emocional, o si simplemente la persona se da cuenta de que no hay ninguna amenaza real, la alarma a nivel cerebral se desactiva, el sistema nervioso cede y se reequilibra por lo que el miedo o la ansiedad disminuyen. Pero también puede ocurrir que, a veces, no se sepa cuál es el peligro concreto o de dónde viene. Entonces, la atención se centra sobretodo en las sensaciones corporales desagradables, lo que probablemente hace que el ritmo cardíaco y respiratorio aumenten aún más hasta el punto de que cueste respirar. El aumento de estas sensaciones también incrementa los pensamientos negativos. Si todo esto sucede cuando, por ejemplo, se toma el ascensor, es probable que en algún momento se decida no tomarlo más lo que genera un comportamiento de evitación, o que se tome el ascensor sólo cuando se trate de ascensores nuevos o se va acompañado del entorno cercano (conducta de seguridad).

En este ejemplo se puede observar como la evitación y el uso de conductas de seguridad se convierten en "trucos" que la persona utiliza para poder afrontar las situaciones aversivas, pero lo único que sucede es que el trastorno se mantiene y se vuelve cada vez más intenso, ya que este comportamiento no permite comprobar que los pensamientos negativos como: "el ascensor se estropeará y tendré problemas para respirar" no son acertados, y la persona puede pensar que se ha salvado gracias a estas conductas de evitación o de seguridad.

En determinadas personas, sobre todo si han sido sometidas a periodos intensos y prolongados de sobrecarga emocional y amenaza por determinados periodos, o si son vulnerables a la ansiedad, las respuestas de temor o ansiedad pueden aparecer de forma continua como consecuencia de una hipersensibilización de los circuitos cerebrales de alerta o de una respuesta lenta en el restablecimiento del equilibrio mental una vez desaparecida la amenaza.

Entonces, la repetición de las “respuestas de evitación” puede afectar el funcionamiento habitual del día a día de la persona y disminuir su libertad y autonomía. Es cuando la ansiedad y el miedo se vuelven patológicos conformando lo que se conoce como trastorno. Por otro lado, hay varios estudios que indican que las personas con trastornos de ansiedad que no reciben tratamiento es probable que tengan una cronificación de estos trastornos y tienen más riesgo de desarrollar otros trastornos psiquiátricos como la depresión o el consumo excesivo de sustancias tóxicas. Experimentar ansiedad de forma crónica puede afectar el funcionamiento del resto de sistemas del cuerpo y aumentar el riesgo de tener enfermedades médicas (como desórdenes gastrointestinales o problemas cardiacos, entre otros).

Sintomas Puesto que la ansiedad se manifiesta a nivel emocional y físico es importante reconocer ambos tipos de manifestaciones y acudir al médico en cuanto se detecten, ya que en ocasiones una persona que experimenta estos síntomas muchas veces puede considerarlos como signos de una enfermedad grave y, en consecuencia, empeorar el cuadro de ansiedad.

Los síntomas mentales son preocupación constante, cansancio, irritabilidad, agitación, fobias, temores infundados, ataques de pánico, problemas para concentrarse y conciliar el sueño.

Los síntomas físicos corresponden a taquicardias, aceleración o dificultad para respirar, sudoración excesiva, tensión muscular, temblores, mareos, desmayos, indigestión, vómitos, nauseas, diarrea y dolor de cabeza.

Tratamientos.

Los trastornos de ansiedad se tratan con tratamiento farmacológico junto con terapia psicológica cognitivo-conductual.

En el tratamiento farmacológico se emplean, fundamentalmente, benzodiacepinas y ansiolíticos, que en todos los casos son fármacos de prescripción médica.

Para el Tratamiento psicológico la psicoterapia cognitivo-conductual tiene el objetivo de enseñar al paciente a aprender a tolerar y gestionar la ansiedad, en donde se trabaja el controlar sus miedos, cuestionando su carácter irracional y sustituyéndolo por formas de pensar más racionales, más flexibles.




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